Estilos de crianza: qué son, cuáles existen y cuál es el más recomendado

Cuidar a una niña o un niño implica mucho más que cubrir sus necesidades básicas. Cada gesto, cada respuesta y cada forma de acompañarlos va moldeando cómo se sienten consigo mismos y cómo se relacionarán con el mundo.
Por eso vale la pena detenernos un momento, observar nuestros patrones y entender cómo influyen en el bienestar emocional de los más pequeños. En este artículo exploramos los principales estilos de crianza, cómo reconocerlos en el día a día y qué puedes hacer para fomentar un ambiente que acompañe su crecimiento de forma sana y amorosa.
¿Qué es un estilo de crianza?
Un estilo de crianza es la forma en que madres, padres o cuidadores se relacionan con sus hijos en el día a día. Incluye cómo ponen límites, cómo acompañan las emociones, cómo guían el comportamiento y qué tipo de apoyo ofrecen en los momentos difíciles.
Estos patrones no aparecen de la nada. Suelen formarse a partir de muchos elementos:
- La crianza que recibiste.
- Tus experiencias de infancia.
- El estrés y las responsabilidades que hoy te rodean.
- Tu personalidad.
- Tus creencias culturales.
- El nivel de apoyo emocional y recursos con los que cuentas.
Es importante recordar que todos tenemos un estilo predominante, pero no es algo fijo. Cambia según el contexto, la etapa de los niños e incluso cómo te sientes tú.
Reconocerlo te permite comprender cómo impacta en su bienestar emocional y, si lo deseas, hacer pequeños ajustes para construir una relación más segura, respetuosa y consciente.
¿Cuáles son los principales tipos de estilos de crianza?
En psicología suelen describirse cuatro diferentes estilos de crianza. Esta forma de entender la relación entre adultos y niños viene de los modelos propuestos por Diana Baumrind y, más tarde, retomados y ampliados por Maccoby y Martin, quienes exploraron cómo las respuestas de los cuidadores influyen en el bienestar emocional de los más pequeños.
Estos estilos nacen del equilibrio entre dos aspectos básicos de la crianza:
- Exigencia o control: el nivel de límites, estructura y claridad en las normas.
- Responsividad o calidez: la sensibilidad, la escucha y el apoyo emocional que se brinda.
A partir de esta combinación, los estilos se agrupan de la siguiente manera:
1. Estilo de crianza autoritaria
La crianza autoritaria combina altas exigencias con baja calidez emocional. Suele enfocarse en la obediencia y en el cumplimiento estricto de normas, dejando poco espacio para el diálogo o la expresión de emociones.
Señales comunes:
- Reglas estrictas sin posibilidad de negociación.
- Consecuencias severas o frecuentes.
- Comunicación unidireccional («porque yo lo digo»).
- Poca expresión de afecto.
- Mayor atención en corregir que en acompañar.
Efectos posibles en los hijos:
- Comportamientos obedientes, pero con miedo a equivocarse.
- Estados de tensión o preocupación constante por «hacerlo bien».
- Baja confianza en sí mismos o búsqueda excesiva de aprobación.
- Dificultad para expresar cómo se sienten.
- Rebeldía durante la adolescencia por la sensación de demasiado control.
Ejemplo cotidiano:
Un niño derrama agua sin querer. La respuesta de un padre autoritario podría ser un regaño inmediato, centrado en el error: «¡Siempre haces un desastre! ¡Pon más atención!».
Aquí la emoción del niño pasa a segundo plano y se pierde la oportunidad de acompañarlo y enseñarle con calma.
2. Estilo de crianza permisivo
La crianza permisiva combina mucha calidez con pocos límites. Los cuidadores suelen ser afectuosos y cercanos, pero pueden tener dificultades para mantener normas consistentes o sostener el «no» cuando es necesario. El deseo de evitar conflictos o incomodidades suele guiar gran parte de sus decisiones.
Señales comunes:
- «No quiero que se enoje, así que mejor lo dejo.»
- Normas poco claras o que cambian con frecuencia.
- Evitar situaciones que generen frustración en el niño.
- Ceder con facilidad cuando insiste o hace berrinche.
- Explicaciones largas sin límites definidos.
Efectos posibles en los hijos:
- Dificultad para manejar la frustración.
- Problemas para tolerar el «no».
- Poco hábito de seguir normas externas.
- Dependencia emocional hacia el adulto.
- Búsqueda constante de gratificación inmediata.
Ejemplo cotidiano:
El niño quiere ver más televisión, aunque ya es hora de dormir. El padre permisivo sabe que no es lo más adecuado, pero termina cediendo para evitar un berrinche o una discusión.
Esto puede darle tranquilidad momentánea, pero dificulta que el niño aprenda a tolerar los límites.
3. Estilo de crianza democrático o autoritativa (la más recomendada)
La crianza autoritativa o democrática combina calidez emocional con normas claras y consistentes. Suele considerarse un enfoque equilibrado, porque busca acompañar con cercanía mientras se enseña responsabilidad y autonomía.
Señales comunes:
- Límites firmes, explicados con calma.
- Consecuencias lógicas y proporcionales.
- Comunicación abierta y respetuosa.
- Validación de emociones y escucha activa.
- Flexibilidad razonable según la situación.
Efectos posibles en los hijos:
- Buena autoestima y confianza en sí mismos.
- Mejor manejo de sus emociones.
- Mayor autonomía y sentido de responsabilidad.
- Habilidad para resolver problemas.
- Relación segura y cercana con el adulto.
Ejemplo cotidiano:
El niño no quiere recoger sus juguetes. En lugar de un regaño o dejar pasar la situación, los padres democráticos suelen decir: «Sé que estás cansado y quieres cambiar de actividad, pero los juguetes necesitan volver a su lugar. Te ayudo con los primeros y tú sigues con el resto.»
Aquí se combina empatía con reglas claras, mostrando que ambas cosas pueden convivir.
4. Estilo de crianza negligente o no implicada
La crianza negligente combina baja calidez con pocos límites o estructura. No siempre surge por falta de amor; muchas veces tiene que ver con estrés, agotamiento, experiencias difíciles previas, exceso de trabajo o una falta de recursos emocionales para estar presentes. Aun así, genera distancia en el vínculo y deja a los niños sin la guía que necesitan.
Señales comunes:
- Poca atención a las necesidades emocionales.
- Ausencia de normas, estructura o supervisión.
- Respuestas tardías, breves o distantes.
- Desconexión durante las actividades cotidianas.
- Adultos que se sienten sobrepasados o emocionalmente ausentes.
Efectos posibles en los hijos:
- Dificultad para formar vínculos de confianza.
- Inseguridad emocional.
- Baja autoestima.
- Problemas para pedir apoyo o expresar necesidades.
- Mayor tendencia a tener problemas de conducta en la adolescencia.
Ejemplo cotidiano:
El niño pide ayuda con una tarea y la respuesta de los padres negligentes es un «haz lo que quieras», sin acompañamiento ni supervisión. Esto puede hacer que sienta que está solo en momentos en los que necesita guía y cercanía.
Otros tipos de estilos de crianza que debes conocer
Además de los estilos propuestos por Baumrind y ampliados por Maccoby y Martin, en los últimos años han surgido otras maneras de describir cómo se relacionan madres, padres y cuidadores con los niños. No forman parte del modelo tradicional, pero ayudan a entender dinámicas que aparecen con frecuencia en la vida cotidiana.
Estilo positivo
Se basa en la comunicación y el respeto mutuo. Promueve disciplina sin castigos, enfocándose en enseñar habilidades y colaborar en la solución de los problemas, más que en controlar la conducta.
Estilo sobreprotector
Los cuidadores intervienen en exceso para evitar que el niño sienta incomodidades o enfrente desafíos. Aunque nace del amor, puede limitar su autonomía y su capacidad de confiar en sí mismo.
Estilo helicóptero
Implica una supervisión muy cercana, casi constante. Los adultos «sobrevuelan» cada decisión del niño, incluso cuando ya podría hacerlo solo, lo que puede frenar su independencia.
Estilo quitanieves (o cortadora de césped)
Aquí los adultos retiran obstáculos antes de que el niño los enfrente. Esto puede darle tranquilidad momentánea, pero dificulta que aprenda a tolerar la frustración o a resolver problemas por sí mismo.
Estilo libre o de crianza natural
Acompaña los ritmos propios del niño con una intervención mínima. Fomenta la exploración espontánea y la libertad, buscando un ambiente relajado y cercano.
Estilo intermitente o inconsistente
Alterna entre límites estrictos, permisividad o ausencia de normas según el estado emocional del adulto o la situación. Esta variación puede generar confusión e inseguridad en el niño, porque no sabe qué esperar.
Cada uno de estos estilos refleja formas distintas de cuidar, atravesadas por el ritmo de vida, la personalidad y la historia de cada adulto. Entenderlos puede ser un primer paso para acompañar a los niños con más presencia, calma y claridad.
¿Qué estilo de crianza es el mejor?
Los modelos propuestos por Diana Baumrind y, más adelante, por Maccoby y Martin, ayudan a entender que la crianza democrática o autoritativa suele ser la que ofrece un equilibrio más sano para los niños. Este enfoque combina cercanía emocional con límites claros, creando un ambiente donde pueden sentirse seguros, escuchados y guiados.
Cuando estos elementos se integran, los niños suelen sentirse vistos y valorados, lo que fortalece el vínculo y les da herramientas para relacionarse con confianza.
Aun así, no se trata de hacerlo perfecto. La crianza se construye con intención, presencia y pequeños gestos diarios. Habrá errores, momentos de cansancio o dudas, y eso también es parte del proceso. Lo importante es reparar, explicar y volver al camino con amabilidad hacia ti y hacia ellos.
¿Cómo saber qué estilo de crianza practicas?
Identificar tu estilo de crianza implica mirarte con honestidad y sin culpa. Nadie actúa igual todos los días: somos humanos, y nuestro propio estado emocional influye en cómo acompañamos a los niños.
Aquí tienes algunas recomendaciones para orientarte:
Preguntas guía
- ¿Tiendes más a controlar o a evitar el conflicto?
- ¿Cómo manejas los berrinches: desde el límite, el miedo o la evitación?
- ¿Te cuesta sostener normas de forma constante?
- ¿Te notas más reactivo, distante o rígido cuando estás cansado?
- ¿Te sale más natural explicar o exigir?
Señales rápidas de cada estilo
- Autoritario: reglas rígidas, poco diálogo, consecuencias frecuentes.
- Permisivo: dificultad para poner límites, mucha explicación y poca firmeza.
- Democrático: equilibrio entre límites y escucha.
- Negligente: poca presencia emocional o supervisión.
También es común que el estilo cambie según el contexto: algunas personas actúan de una manera en casa y de otra en público, o ajustan su forma de acompañar según el temperamento de cada hijo. Lo importante es observar estos patrones con amabilidad y usarlos como una guía para crecer.
Si al revisar estos patrones sientes que te gustaría acompañar a tus hijos con más calma y claridad, un espacio de apoyo profesional puede ayudarte. En Sanarai puedes recibir orientación emocional para fortalecer tu estilo de crianza desde un lugar más seguro.
¿Cómo afectan los estilos de crianza al desarrollo emocional?
Cada estilo de crianza de los hijos deja huellas distintas en su seguridad, su forma de expresarse y la confianza con la que enfrentan nuevos retos.
Algunos de los efectos emocionales más comunes incluyen:
- Regulación emocional: aprender a manejar la frustración, el enojo, la tristeza o los momentos de tensión.
- Autoestima: desarrollar seguridad interna y confianza en sus capacidades.
- Autonomía: tomar decisiones y resolver problemas de acuerdo a su edad.
- Habilidades sociales: fortalecer la empatía, el respeto y la habilidad para comunicarse.
- Apego: formar vínculos seguros o, por el contrario, relaciones marcadas por la inseguridad.
Comprender estas diferencias no es para juzgar, sino para reconocer dónde estamos y qué pequeños cambios pueden ayudar a crear un ambiente más seguro y amoroso.
¿Cómo mejorar tu estilo de crianza?
Cambiar patrones de crianza no pasa de un día para otro. Es un proceso que requiere paciencia, autoconocimiento y mucha compasión contigo mismo.
Aquí tienes algunas estrategias que puedes empezar a aplicar hoy:
1. Regula tus emociones antes de acompañar las de tu hijo
Los niños suelen «tomar prestada» la calma del adulto que los cuida. Por lo que si tú logras mantener la serenidad, ellos pueden sentirse más seguros para tranquilizarse.
2. Establece límites claros, desde el respeto
Pequeños ejemplos:
- «No podemos resolver las cosas pegando. Si necesitas espacio o ayuda para decir lo que sientes, te acompaño.»
- «La pantalla termina en 10 minutos. ¿Prefieres verla en el sillón o en tu cama?»
Los límites pueden ser firmes y amables al mismo tiempo.
3. Valida lo que siente, aunque limites la conducta
Reconocer la emoción no significa permitir todo.
Por ejemplo: «No puedes gritarme, pero entiendo que estás frustrado porque querías seguir jugando.»
4. Evita etiquetas
Frases como «eres un desastre» o «siempre haces lo mismo» impactan en su autoestima. Es mejor hablar de la conducta y no de la identidad, para crear un ambiente más seguro.
5. Usa consecuencias lógicas, no castigos
Las consecuencias enseñan; los castigos suelen generar miedo o desconexión.
- Castigo: «No verás la televisión en toda la semana por pelear.»
- Consecuencia lógica: «Si tiras los juguetes, los voy a tener que guardar para que no se dañen.»
6. Sé consistente
La coherencia transmite seguridad. Cuando las normas cambian constantemente, los niños se confunden y cuesta más que cooperen.
7. Cuida tu bienestar emocional
Un adulto que se siente acompañado y regulado puede estar más presente para los demás. Así que buscar apoyo emocional, descansar cuando se pueda y reconocer tus propias necesidades también forma parte de criar con amor y equilibrio.
Si estos cambios se sienten desafiantes, no tienes que hacerlo sola/o. En Sanarai puedes encontrar un espacio seguro para trabajar tu bienestar y fortalecer tu forma de acompañar a tus hijos.
¿Por qué el apoyo psicológico puede ayudarte a fortalecer tu estilo de crianza?
La crianza no se sostiene solo con ideas o técnicas; se sostiene, sobre todo, con el estado emocional del adulto. Cuando una madre, un padre o un cuidador carga con estrés, culpas, inseguridades o heridas de su propia infancia, es natural que eso influya en la forma en que acompaña a los niños pequeños.
Contar con apoyo emocional puede ayudarte a:
- Comprender cómo tu historia personal influye en tu estilo de crianza.
- Aprender estrategias para regular tus emociones.
- Manejar el estrés o la culpa que a veces aparece al criar.
- Fortalecer los vínculos familiares.
- Encontrar maneras más respetuosas y claras de comunicarte.
Sanarai ofrece acompañamiento profesional en un espacio seguro y cercano, pensado para madres, padres y cuidadores que desean criar con más presencia, sensibilidad y bienestar.
Preguntas frecuentes
¿Puede una persona tener más de un estilo de crianza a la vez?
Sí. Los estilos parentales no son rígidos. Puedes ser más democrático en ciertos espacios, más permisivo en casa o actuar con mayor firmeza cuando estás estresado. Es normal moverte entre varios estilos según el contexto.
¿Cómo influye mi propia infancia en mi estilo de crianza?
Muchas veces repetimos lo que aprendimos o reaccionamos en sentido contrario. Explorar tu historia personal puede ayudarte a criar con más consciencia y sensibilidad.
¿Qué hago si mi pareja y yo tenemos estilos de crianza diferentes?
El primer paso es conversar sin culpas ni reproches. Buscar acuerdos, definir límites comunes y, si lo necesitan, recurrir a acompañamiento profesional para encontrar un punto medio que funcione para todos.
¿Se puede cambiar un estilo de crianza que no es sano?
Sí. La autoobservación, la flexibilidad y la apertura al cambio hacen una gran diferencia. Incluso pequeños ajustes pueden tener un impacto positivo en el bienestar de los niños.
¿Qué papel juega el bienestar emocional del padre o madre?
Uno fundamental. Cuando un adulto se siente estable y acompañado, puede estar más presente y disponible para los niños. Tu bienestar también es parte de su bienestar.
¿Quién propuso los 4 estilos de crianza?
Los cuatro estilos de crianza fueron planteados inicialmente por la psicóloga Diana Baumrind en la década de 1960. Más adelante, Eleanor Maccoby y John Martin retomaron su trabajo y lo ampliaron, dando forma a la clasificación que hoy se usa para comprender cómo los adultos combinan límites y calidez al acompañar a los niños.












