¿Has notado lo trascendentales que pueden ser las emociones en tu día a día? ¿Te has dado cuenta de cómo influyen en tu vida y en la de los demás? ¿Alguna vez preferiste tratar de reprimir o ignorar una emoción por no saber cómo manejarla?
Siempre nos han hablado de lo racional que somos los seres humanos y la importancia que tiene fortalecer esa parte. Sin embargo, si hay algo innato, eso es la forma en la que respondemos ante ciertos estímulos y situaciones, las reacciones fisiológicas que tenemos y su influencia en nuestro estado de ánimo.
Reconocer, detectar y aceptar las emociones es vital para nuestro desarrollo personal y social. Quizá si desde pequeños nos enseñaran el valor que tienen y nos reforzaran que lo que sentimos es igual o más relevante que lo que pensamos, nos evitaríamos muchas frustraciones y dudas.
Por eso, en esta oportunidad, queremos abordar este tema para que conozcas en profundidad qué son las emociones, sus funciones, cómo puedes identificar lo que cada una de ellas genera en ti y cómo puedes gestionarlas. ¡Acompáñanos!
Diariamente tomamos decisiones, actuamos y percibimos ciertas situaciones de acuerdo con nuestras emociones. Pero ¿qué son realmente?, ¿cómo surgen?, ¿cómo identificarlas y gestionarlas mejor?
Las emociones son el conjunto de reacciones psicofisiológicas que tenemos como respuesta a estímulos externos. Esos movimientos o impulsos producen una alteración de corta duración de nuestro ánimo, pero de gran intensidad, y nos permiten adaptarnos a situaciones, personas, lugares u objetos.
En las emociones influyen las experiencias o conocimientos que adquirimos a lo largo de nuestra vida, pero también la forma en la que reaccionamos desde nuestro nacimiento.
Anteriormente, se le daba mayor importancia a la parte más racional de los seres humanos que a la emocional. Con el paso del tiempo, se ha reconocido que esa forma de reaccionar a los estímulos y situaciones que percibimos tiene una gran influencia en las decisiones que tomamos y en cómo nos sentimos.
Estas reacciones tienen tres dimensiones: la experiencia subjetiva, la respuesta fisiológica y la respuesta conductual.
Aunque existen una serie de emociones básicas compartidas por todos los seres humanos, la forma en la que cada quien las experimenta puede variar. La intensidad depende de varios elementos como las características del entorno y los cambios fisiológicos.
Diversos estudios señalan que las emociones se generan por niveles de abstracción que definen su complejidad: si son superficiales (debido a percepciones elementales y reacciones inmediatas) o si son complejas (producto del análisis de escenarios, el entorno, la memoria y los estados pasados, presentes y futuros de una persona).
Por ejemplo, no todos experimentan una emoción como la rabia de la misma manera. Algunos pueden hacerlo por una reacción inmediata a un estímulo nervioso y otros, como una respuesta a una situación del entorno que generó una ofensa.
Las emociones pueden generar reacciones físicas y químicas involuntarias como la aceleración del ritmo cardíaco, la sudoración, un nudo en el estómago, la respiración rápida u otra serie de respuestas manejadas por nuestro cerebro y el sistema nervioso autónomo.
Es la expresión real de nuestras emociones y está asociada al lenguaje corporal. Algunas respuestas fisiológicas e involuntarias son la sudoración, la respiración agitada, el aumento del ritmo cardíaco, la dilatación de la pupila y sonrojarse.
En este componente también juegan un papel fundamental las normas culturales, ya que de ellas depende que seamos más o menos expresivos en algunas circunstancias.
Aquí influyen las expresiones faciales, los gestos, la comunicación no verbal y la distancia que tomamos de las otras personas. Entre las reacciones más universales están la sonrisa para comunicar alegría o el ceño fruncido para manifestar tristeza o molestia.
Las emociones tienen tres funciones principales: función adaptativa, función social y función motivacional.
Cada emoción tiene su utilidad y prepara al organismo para poder actuar eficazmente de acuerdo con lo que lo rodea. Esto ocurre porque funciona como facilitadora de las respuestas más apropiadas ante ciertas exigencias del entorno.
En la vida tienes una forma de reaccionar ante el placer y otra ante el dolor. Por ejemplo, la alegría tiene una función adaptativa de afiliación; la sorpresa, de exploración y la calma, de conexión.
El miedo puede protegerte en ciertas situaciones: favorece la huida o, en algunas ocasiones, causa inmovilidad corporal por estar a la defensiva. En cambio, el dolor puede ser la respuesta ante un estímulo o también puede salvarte de sufrir heridas más profundas en un futuro.
Las emociones facilitan tu interacción social y tienen gran importancia en la comunicación no verbal que solemos expresar de manera inconsciente. Pueden manifestar tu estado de ánimo y permitirles a otros intuir tu comportamiento.
Tienen un valor indudable en tus relaciones interpersonales y la forma en la que te adaptas a tu entorno. Con las emociones intercambias información con tus interlocutores mediante tu expresión facial y tu postura, lo que te permite comunicarte incluso mucho antes de usar las palabras.
Tus emociones influyen en los demás y viceversa. Expresan tu estado afectivo y también regulan las reacciones que el resto tiene ante ti.
Existe una retroalimentación entre la emoción y la motivación. Cuando la primera aparece, te sientes animado a hacer algo. Asimismo, cualquier conducta motivada genera en ti una reacción emocional.
Una emoción puede hacer que aparezca una conducta motivada propia y se ejecute con intensidad. Todo dependerá del nivel de agrado o desagrado que provoque, y de la intensidad de la reacción emotiva.
La ira puede generar en ti, como conducta motivada, enfado o irritabilidad. Dependiendo de la intensidad de esa emoción, puedes preferir hablar con alguien o, todo lo contrario, estar a solas.
Existen muchísimas formas de clasificar las emociones. Una de ellas las divide en emociones primarias e innatas, y emociones secundarias o sociales.
Están presentes desde tu nacimiento, forman parte de tu proceso de adaptación y son universales, es decir, son independientes de la cultura en la que creces. Estas emociones son seis:
Aparecen después de las emociones básicas, como consecuencia de la socialización, y a medida que desarrollamos capacidades cognitivas. Entre ellas podemos mencionar:
¿Estas son todas las emociones que existen? Realmente no. Por supuesto que la lista es amplia, pero estas son algunas de las más conocidas. Vale la pena destacar que existen muchas teorías sobre las emociones y las experiencias que generan en los seres humanos.
El psicólogo Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones humanas y las expresiones faciales, definió en 1972 seis emociones básicas y universales: el miedo, el asco, la sorpresa, la tristeza, la felicidad y el enfado. En 1999, incluyó en la lista la vergüenza, la satisfacción, el desprecio, la excitación, la diversión y el orgullo.
En 1980, el psicólogo Robert Plutchik planteó otro sistema de clasificación conocido como la «rueda de las emociones». Para él, los estímulos o situaciones son capaces de generar diferentes emociones que pueden combinarse entre sí.
Plutchik se refiere a ocho dimensiones emocionales primarias y contrapuestas: alegría/tristeza, confianza/disgusto, ira/miedo y sorpresa/anticipación. Todas ellas pueden combinarse de muchas maneras y crear otras emociones: amor, optimismo, susto, desprecio, remordimiento, sumisión, alevosía y decepción.
Otra de las clasificaciones que se suele utilizar es la de emociones positivas y la de las emociones negativas. Las primeras están relacionadas con sentimientos o reacciones agradables y son estimulantes. Las segundas son sensaciones desagradables, y se dan en medio de circunstancias consideradas como una amenaza o desafío.
Entre las emociones positivas se encuentran la alegría, la satisfacción, el optimismo, el amor, la felicidad. En cambio, las emociones negativas incluyen la tristeza, la rabia, el odio, la amargura, entre otras.
Ambos tipos de emociones son normales, necesarios e importantes en nuestra vida. Nadie puede vivir todo el tiempo con emociones positivas y dejar de lado las emociones negativas. Tampoco está bien que te cierres a la alegría o el optimismo y solo te sumerjas en la tristeza y la rabia. Todo debe estar en equilibrio.
Si bien es cierto que el predominio de las emociones positivas son una señal de una existencia sana y feliz, también lo es permitirnos sentir en momentos específicos aquellas emociones negativas que aparezcan. Eso sí, con autocontrol, y sin dejarlas permanecer más tiempo del que merecen.
Algunas personas saben identificar y controlar sus emociones con mayor facilidad. Otras cometen el error de tratar de reprimirlas y les cuesta reconocer qué es lo que sienten.
En la vida es importante que sepas conectarte con tus emociones, tengas empatía con otros individuos y que, además, desarrolles la capacidad de interactuar con todo lo que te rodea de forma adecuada y receptiva.
El psicólogo y escritor estadounidense Daniel Goleman define la inteligencia emocional como la habilidad de expresar y controlar los sentimientos de la forma más adecuada, tanto en tu ámbito personal como el social.
Una persona emocionalmente inteligente es positiva, tiene empatía, posee suficiente autoestima, es capaz de reconocer y expresar sus sentimientos positivos y negativos, pero también de controlarlos. Además, tiene motivación, muestra interés y busca el equilibrio.
La inteligencia emocional se puede entrenar y desarrollar. Según el psicólogo Daniel Goleman, está compuesta por cinco elementos que te presentamos y explicamos a continuación:
La inteligencia emocional te permitirá entender las razones por las cuales las otras personas se comportan de cierta manera y te hacen sentir de un modo determinado para que, a partir de allí, seas capaz de decidir cómo reaccionar.
Para mejorar nuestra calidad de vida y avanzar en nuestro desarrollo personal es importante saber reconocer y manejar nuestras emociones. A continuación, te presentamos algunos consejos para que aprendas a gestionarlas mejor:
Las emociones son parte fundamental de los seres humanos. Reconocerlas, aceptarlas y expresarlas aumenta nuestro bienestar y mejora nuestra calidad de vida.
Tal vez si desde pequeños recibiéramos educación emocional, sería más fácil aceptar lo que sentimos, entender cómo y por qué reaccionamos de cierta manera a lo largo de nuestra vida. En el plano social, también nos ayudaría a mejorar nuestras relaciones interpersonales.
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