La definición de empatía, según la RAE, es la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos, pero lo cierto es que va más allá.
La empatía es la intención de comprender el estado emocional del otro, es la experiencia de entender la condición de la otra persona desde su perspectiva, lo cual implica ponerse en su piel, sentir de verdad lo que el otro está experimentando, sobre todo, cuando está pasando por un mal momento.
Esta palabra proviene del griego, empátheia, que quiere decir «emocionado». A principios del siglo XX, el área de la psicología decidió adoptar esta palabra y expandir su significado original: hoy en día es considerada el componente más importante de la inteligencia emocional.
No hay que estar de acuerdo con el otro en su forma de interpretar lo que le pudo haber pasado, simplemente se trata de entender a las otras personas. Es una participación afectiva en la realidad del otro, en donde hacemos, por un momento, su mundo emocional nuestro.
Cabe destacar que ser empático no es lo mismo que ser simpático. Son conceptos diferentes, ya que se puede sentir simpatía por un perfecto extraño que haya pasado por una o dos situaciones similares a algunas que se hayan experimentado en carne propia.
La empatía va más allá, se trata de conectar genuinamente con el sentir del otro y, por eso, es muy importante aprender a manejar las emociones que esto nos puede ocasionar.
Existen tres tipos de empatía:
Hay que tener muy presente que la empatía se aprende. No se nace siendo empático.
Los niños no saben identificar sus propios sentimientos y, cuando no pueden identificar lo que les pasa, sus instintos primarios los llevan a llorar o a enojarse.
Cuando se presenta un inconveniente que ellos no saben manejar, hay que explicarles cuáles son esos sentimientos, llamarlos por sus nombres, ya sea que se sientan frustrados, tristes, abrumados o enojados, para que puedan sentirse más comprendidos y así poder identificar lo que les pasa al crecer, y de esta forma saber cómo poder ayudar a los otros hasta donde puedan.
Si bien el cerebro tiene la capacidad para experimentar empatía, hay que empezar a trabajarla en la niñez para que se desarrolle durante los primeros años de vida.
¿Te consideras una persona empática? Aquí te presentamos algunas características que te permitirán evaluarte y sacar una conclusión.
Las personas con falta de empatía suelen ser muy críticas con los demás, acusan a los demás de ser demasiado sensibles, les cuesta admitir que se equivocaron y no se ponen en los zapatos del otro aunque hayan pasado por la misma situación.
Lo planteado anteriormente puede malinterpretarse como eso que hace que las personas sean demasiado sensibles o incluso vulnerables, pero nada podría estar más lejos de la verdad.
Ser empático trae muchos beneficios y aspectos positivos.
A continuación, mencionaremos algunos de estos:
La empatía ayuda a que las personas se comuniquen mejor y a fortalecer sus relaciones sociales, ya que, cuando se entiende lo que el otro siente, se puede responder de una buena manera, se hacen más amigos y esas amistades son mucho más significativas y sinceras.
Al entender cómo se sienten las demás personas, podemos estar más en contacto con nuestros propios sentimientos y emociones, aceptarlos y respetarlos.
Esto es muy importante, ya que si nosotros estamos bien, reflejamos eso en nuestra vida y, por ende, podremos lidiar mejor con lo que nos rodea.
La metáfora más conocida es la que ponen en los instructivos de los aviones: en caso de que haya una despresurización, y las máscaras de aire bajen, siempre debes respirar tú primero para luego ayudar a los demás; recuerda que tú eres tu prioridad.
Ser empáticos nos ayuda a pensar fuera de la caja, a ampliar nuestra mente y así enriquecernos como personas, ya que conocemos diferentes maneras de pensar, nuevas perspectivas e, incluso, ideologías de vida, y esto puede ayudarnos a crecer.
Puede que en un momento se haya popularizado la falsa creencia de que se tiene que ser inflexible ante las creencias, pero lo cierto es que, como seres humanos, nos encontramos en constante crecimiento.
Gracias a las cosas que se pueden aprender y experimentar, podemos ser alguien completamente diferente a quiénes éramos hace 5 años o, incluso, de quiénes éramos hace un mes.
Al estar abiertos a una comunicación más asertiva, a escuchar de forma activa, a comprender y a aceptar otras perspectivas, disminuyen los conflictos y, cuando surgen, son más fáciles de resolver, ya que nos permite conectar con los sentimientos de los demás, conciliar, conectar y resolver de forma pacífica.
Además, al estar más conectados con los sentimientos propios, podemos identificar bien que nos pasa, hacer lo que tenemos que hacer para evitar actuar desde el enojo (se pueden tomar unos días de silencio para luego conversar) y así plantearlo de una forma que no genere malentendidos.
Para empezar a incorporar e incrementar tu capacidad empática, poco a poco en tu día a día, puedes empezar con estos simples ejercicios.
No escuches para responder, escucha para entender.
Es importante que te intereses de corazón por lo que te dice el otro. Si te muestras cercano y con interés en lo que te dicen, las personas se sentirán en confianza para abrirse y contarte genuinamente lo que les pasa.
Quizá no necesiten que les digas paso a paso cómo solucionar sus problemas (aunque creas que tengas la respuesta), quizá lo que necesitan es que los escuches, puede que así ellos mismos puedan encontrar un camino o la solución, simplemente al conversar y drenar todo aquello que les hace mal y les preocupa.
Uno de los mayores ejemplos de empatía es que, cuando alguien te cuenta cómo se siente, es importante pensar y saber que todos los sentimientos son válidos, aunque no los compartas y aunque no estés de acuerdo.
Este es un muy buen ejercicio: elige a una persona al azar e intenta averiguar mediante su comunicación no verbal lo que la mueve a hacer lo que hace y cómo.
Un buen momento para hacer esto es en el transporte público o en un café, ya que hay muchas personas y puedes poner en práctica lo aprendido el día de hoy.
Conversar con una persona empática es liberador, y más si esta persona nos puede ayudar con herramientas profesionales de manejo de emociones.
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