Salud mental en tiempos de COVID-19
Son más de 4 meses los que llevamos encerrados por la pandemia del COVID-19, se ha perdido la esperanza en volver a la esperada “nueva realidad”. Dejamos de confiar en los medios de comunicación, las tentativas fechas de apertura de los espacios, la vuelta al trabajo, o la posibilidad de retomar nuestras actividades cotidianas. Pasó la motivación de la cuarentena, pasar todo el día en casa se volvió agotador para algunos. Se acabaron los muebles que acomodar, los rincones que limpiar, las series en Netflix y los libros que leer.
Las pantallas nos agotan, pero al mismo tiempo son el único medio que nos comunica con el exterior. Me despierto con ganas de cumplir con una larga lista de actividades que tengo pendiente, al poco tiempo se me acaba la energía, no tengo ganas de hacer nada, paso el tiempo viendo la tele y al terminar me doy cuenta de que no sé de qué trató la película que vi. Tengo ganas de hablar con mis amigos, mi familia, y cuando los llamo percibo que no tengo nada nuevo que hablar con ellos, me canso al poco tiempo de escucharlos y aunque a veces es acogedor tener esos encuentros, cada vez pesa más la distancia.
¿Te pasa a ti? ¿Te sientes cansado, desmotivado, harto, a veces triste, a veces eufórico, en ocasiones molesto, desesperado, emocionado, culpable, preocupado, ansioso?
Yo también, no eres el único. Cada vez son más las personas que comentan situaciones similares a estas en la clínica, personas que hablan de cómo tienen miedo de sentir que están enloqueciendo por lo volubles que se han vuelto sus emociones, gente que comenta que se han librado del COVID-19, pero su salud mental pende de un hilo.
No podemos hablar de normalidad en esta situación, una cuarentena es una situación nunca antes vivida. Aun así podemos diferenciar lo esperado de las cuestiones que podrían ser un foco de alerta. El coronavirus ha tenido repercusiones en diferentes áreas, la laboral o escolar, el aspecto económico, ha causado un aislamiento o distanciamiento social, nos ha impuesto en un régimen de cuarentena difícil de llevar, provoca incertidumbre y miedo de tener afectaciones en nuestra salud o de la gente cercana.
Podríamos englobar todo esto en: pérdidas.
A diferencia de otros eventos de la vida, como las guerras donde solo pierden los afectados, en esta pandemia todos hemos perdido algo: trabajo, estabilidad económica, tranquilidad, libertad, salud, familiares, entre otras cosas. Lo anterior per se puede provocar miedo, sensación de indefensión o vulnerabilidad, ansiedad, sentirse inseguros, frustración, desesperación, poca energía, confusión emocional, preocupación, soledad, dificultad para concentrarse y cambios en los hábitos de sueño y alimentación. Todos estos mencionados son «esperados», es decir, estos ejemplos son efectos de lo que estamos viviendo.
No obstante, si alguna de las anteriores es constante y no se quita, o el miedo excesivo al contagio que nos lleva a estar alerta todo el tiempo, un estrés excesivo, aumento en el consumo de sustancias, agresividad y/o impulsividad, apatía, aislamiento, o las conductas obsesivas, ansiedad persistente o cualquier situación que limite y afecte tu vida diaria es un foco de alarma que indica que algo no te está permitiendo mantener y cuidar tu salud mental, y que lo mejor sería buscar algún tipo de apoyo psicológico.
Muchas veces creemos que podemos resolver las cosas solos, y sí. Pero solos, en pandemia, en cuarentena, en casa, es otra cosa.