La sensibilidad cultural en la atención de la salud mental
La cultura puede ser definida como los valores, creencias y conductas valoradas por un grupo de personas. Las personas pertenecen a diversos grupos, por ejemplo, aquellos relacionados con su etnia, religión, ubicación geográfica, género, clase, etc. Estos grupos tienen influencia en diferentes aspectos de nuestra vida como el idioma, las costumbres, la comida que consumimos, cómo vestimos, cómo nos comportamos, entre otros. Dado que la cultura se relaciona con tantos aspectos de nuestra vida, no es de sorprender que se relacione también con nuestra salud mental.
La cultura tiene una influencia sumamente importante en las emociones. Los grupos a los que pertenecemos nos dan una idea de qué emociones son valoradas, cómo se sienten y cómo se expresan.
Dependiendo de nuestra cultura puede parecernos más o menos correcto expresar nuestras emociones en público, o expresarlas en determinado momento. Estas diferencias en la expresión de emociones dentro de un grupo o cultura nos hablan de lo que es «normal» y «anormal» lo cual influye en cómo las personas se perciben a sí mismas y a las demás, y en la forma en que se expresan los síntomas de algún trastorno, en cómo se lidia con estos y en la probabilidad de buscar apoyo.
Por otra parte, nuestra pertenencia a determinado grupo puede ser también un factor que propicie cierto estrés o malestar. Hoy en día, vivimos en un mundo globalizado donde diversas culturas conviven en un mismo territorio, lo cual puede ser realmente enriquecedor, pero al mismo tiempo, puede dar origen a diversos conflictos, pues convivir con personas con diferentes valores y creencias no siempre es fácil.
En el caso de los grupos minoritarios, la necesidad de adaptarse a la cultura dominante o el verse rechazados por esta puede ser una fuente importante de estrés.
Así, vemos que diversos factores hacen necesaria la consideración de la cultura al momento de atender la salud mental. La cultura impacta no solo en el individuo que recibe atención, sino en quienes proveen esta atención. Tener esto presente ayuda a mejorar los servicios que se brindan, aunque esto presenta grandes retos. Por ejemplo, asumir que todos los miembros de determinado grupo tienen las mismas experiencias y valores puede llevarnos a tener ciertos prejuicios.
Considerando este factor, la Dra. Jessica Dere, investigadora en psicología clínica y cultural de la Universidad de Toronto, señala la importancia de incorporar en la atención psicológica una curiosidad informada, que permita a los proveedores de salud mental entender el impacto que la cultura puede tener, pero sin asumir nada, haciéndose preguntas constantemente y considerando diferentes perspectivas de los casos que atienden.
La Organización de las Naciones Unidad también ha reconocido la necesidad de servicios de salud mental competentes en cuanto al aspecto cultural. Se requiere que la atención se brinde en el idioma que hablan las personas que la necesitan; que sea incluyente; que considere la cultura y las experiencias de cada persona; que entienda los sesgos que afectan la atención de la calidad que se brinda; y que considere a la cultura y la comunidad en el diseño del tratamiento. Incorporar una perspectiva culturalmente informada en la atención a la salud mental puede ayudarnos a entender mejor cómo las personas perciben y conciben el mundo.
Considerar estas diferencias es el primer paso para superar los retos que plantean las diferencias culturales y brindar una mejor atención a la salud mental.