Cómo romper el estigma de la salud mental
Uno de los momentos más notorios de los recientes Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 fue cuando Simone Biles anunció que se retiraba de la competencia de gimnasia por equipos, señalando que su cuerpo y su mente no estaban sincronizados. En una publicación en Instagram, la gimnasta mencionó que a veces sentía que cargaba con el peso de mundo en sus hombros y que, aunque trataba de olvidarse de la presión que imponían los Juegos Olímpicos, esto resultaba demasiado difícil. Tras esta decisión, Biles recibió fuertes críticas. En redes sociales se le tachó de egoísta y de ser demasiado sensible, ante estas críticas ella respondió que no había renunciado y que había decidido retirarse para no perjudicar a su equipo y por su seguridad y salud.
Simon Biles no es la primera atleta que habla respecto a su salud mental. La tenista Naomi Osaka se retiró del Abierto de Francia tras haber recibido una multa de 15 mil dólares por negarse a participar de una conferencia de prensa. En un ensayo publicado en la revista TIME, Osaka señaló que había tomado la decisión de no participar en la conferencia de prensa como forma de autocuidado y preservación de su salud mental. También recalcó que los atletas son humanos y que en ocasiones requieren un descanso del escrutinio de los medios. Osaka dijo que su intención era observar su lugar de trabajo de manera crítica y trabajar en conjunto con otros actores para mejorarlo.
Si bien podemos reconocer la presión y las características particulares que rodean a los atletas de alto rendimiento, en nuestro entorno cotidiano nosotros también enfrentamos presiones que pueden afectar nuestra salud mental. Desde que inició la pandemia por Covid-19, muchas de estas presiones se han visto multiplicadas, pues vivimos en aislamiento, con incertidumbre y temor debido a la posibilidad de contagio, y en muchos casos sin una clara división del espacio de trabajo y el hogar. Vivir en estas condiciones durante un período prolongado de tiempo causa un desgaste importante, y, por tanto, es necesario prestar atención a nuestra salud física y mental.
A lo largo de la historia se han construido prejuicios e ideas erróneas respecto a la salud mental. Este estigma ha causado que muchas de las personas que tienen problemas de salud mental no hablen de ellos por temor a ser juzgados y rechazados. No hablar de estos temas trae consecuencias negativas tanto para el individuo como para la sociedad, pues al no brindarse la atención necesaria estos padecimientos persisten y se convierte en un problema de salud pública. Solo se puede atender un problema una vez que se reconoce y se menciona.
Acciones como las de Biles y Osaka contribuyen a desestigmatizar la salud mental al traer este tema a las conversaciones cotidianas y llevarnos a cuestionar las ideas erróneas que le rodean. Reflexionar y conversar acerca de la salud mental también nos permite cuestionarnos los entornos que nos impactan de manera negativa y que hemos normalizado. Por ejemplo, tras la crisis de salud mental propiciada por el Covid-19, muchas personas se han dado cuenta de lo malas que son las condiciones de trabajo en las que se encontraban y decidieron renunciar para buscar otras alternativas que les permitieran desarrollarse de manera sana.
Los malestares o problemas de salud mental suelen ser una respuesta a entornos que demandan demasiado de nosotros. Hablar de estos problemas nos permite reconocer y cuestionar los entornos y situaciones estructurales que requieren ser cambiadas. Si en algún momento te sientes abrumado por lo que pasa a tu alrededor, es válido que tomes un descanso y que busques ayuda; si esto implica cancelar compromisos o no cumplir las expectativas de otros, recuerda que tu salud mental es más importante que cualquier compromiso o que la opinión de los demás. Atender nuestra salud mental nos trae beneficios como individuos y como sociedad, al permitirnos tener un desarrollo sano y pleno.